En busca de un nuevo presente, para olvidar a un pasado
No es decisión de algunos irse de la
tierra que los vio nacer, crecer y que
les regaló tantas experiencias y enseñanzas; a un lugar totalmente
diferente, donde el aire parece pedir un baño por lo sucio que se siente,
donde en vez de hierba se ve pavimento y
donde en vez de árboles firmes y coloridos, hay grandes edificios de formas geométricas que marean.
Esa salida del paraíso del que vienen esas personas no es por gusto propio, es consecuencia de
sujetos que creen parecerse a ese dios que desplazó a Adán y Eva del Paraíso
porque cometieron un pecado. Pero en
esta ocasión no fueron Adán ni Eva, pero si personas que fueron desplazadas de su
paraíso sin haber cometido pecado
alguno.
Oscar Cano Ortega, una persona humilde
proveniente del Bagre, municipio de Antioquia, con ahora 42 años de edad,
relata su historia desde la salida de su pueblo, hasta la llegada a “la gran
ciudad”.
Así comienza la historia de un hombre
que en el año de 1988 con tan solo 18 años de edad “mayoría de edad en la republica
de Colombia”, decide viajar a “la gran ciudad” como le llama Oscar a Medellín,
Antioquía, para alejarse de la violencia que por esos tiempos sacudía su
“paraíso”.
En una noche fría de mayo, cuando el
viento golpeaba los grandes árboles haciéndolos zarandearse de un lado para otro, ocasionando grandes
ruidos y dando la impresión de que iba a caer una gran tormenta, en la casa de
Oscar todos corrían a guardar los animales y la ropa que estaba en el tendedero.
Las hermanas de Oscar: María y Sofía, jugaban con el viento, mientras éste les alzaba las faldas. Mientras
tanto Oscar, un muchacho pensativo, callado y tímido, las observaba desde la
terraza de la casa y se reía de ellas y de las bobadas que hacían. Oscar amaba
a sus hermanas tanto como a su madre; su padre había muerto hacía varios años y
él había quedado como el hombre de la casa.
Esa noche empezó a llover muy fuerte y
Oscar llamó a sus hermanas para que no se resfriaran. Las niñas entraron y
cerraron todas las puertas, para que el viento no tumbara las cosas de la casa.
Se hicieron las 9 p.m. aproximadamente y la madre de Oscar les pide a sus
hermanas y a él irse a dormir. Oscar y sus hermanas salen corriendo hacia un
cuarto pequeño y cercado de tablas, a pelearse por la cama donde no caían
goteras. Como siempre, Oscar se quedaba con la cama donde no caía gotera y las dos hermanas en la cama de las goteras,
pero estas dos chiquillas resignadas a que siempre Oscar ganara, se iban al cuarto de su madre a dormir con
ella y dejaban a Oscar solo en el cuento, cosa que a él no le gustaba.
Se hicieron las 12 a.m. aproximadamente
y Oscar en la cama revolcándose y pensando como siempre en cómo iba conseguir la plata para el colegio de sus
hermanas y los demás gastos de la casa. Después de un rato, Oscar estaba
consiguiendo quedarse dormido cuando de repente escucha muchas voces y botas
saltando por los charcos en medio de la lluvia. Oscar se levanta muy despacio y
mira por una pequeña hendija que estaba entre dos tablas a lado de su cama,
mira hacia el patio y ve unos hombres muy grandes y vestidos de verde, con unas
grandes armas negras.
Oscar sale corriendo al cuarto de su
madre en busca de ella y sus hermanas, cuando escucha unos disparos. Oscar
llega hasta el cuarto y se encuentra con una gran sorpresa; su madre y sus hermanas estaban muertas.
Oscar escucha que vienen hacia él y se lanza
por la ventana del cuarto de su madre y empieza a correr por el potrero
detrás de su casa.
Corre toda la madrugada por el potrero
y cuando son las 4 a.m. aproximadamente, llega a una casa, en la cual entra y
se encuentra con un par de ancianos y les pide ayuda. Los ancianos lo llevan
hacia el baño a que se quite el barro y le prestan ropa y le hacen una
aromática para que se calme y deje de temblar. Después de unas horas, Oscar le
relata lo que había sucedido en su casa, los ancianos lo miran y después lo abrazan.
Oscar se quedó en la casa de los ancianos
ayudando en las cosas de la casa y trabajando en los cultivos. Él no volvió a
ir a su casa y se propuso olvidar todo lo que había pasado; después de una gran
búsqueda, para conocer los culpables de la muerte de su madre y de sus hermanas,
llegando a la resignación por no encontrar resultados de la búsqueda. “Yo fui a
la Alcaldía, hablé con los campesinos cercanos a mi casa y nadie me decía nada,
todos hacían como sino hubiese pasado nada, solo me decían que no buscara mas,
que eso era ganarme problemas.”
Después de un año y medio aproximadamente,
Oscar decide viajar Medellín, Antioquia, “la gran ciudad” como le decían los
ancianos a Medellín y como Oscar también le
comenzó a decir, se trasladó por vía terrestre y cuando iba llegando a
Medellín, por medio de el vidrio del carro donde se transportaba, ve
maravillado esta ciudad llena de edificios grandes y grises, carreteras pavimentadas y muchos carros, como
dice él “como todo montañero me quedé muy sorprendido con lo grande que era
esta ciudad y el montón de carros que había.”
Busca ayuda por parte del Gobierno,
afirmando ser desplazado de sus tierras por grupos alzados en armas; a lo que respondieron “tiene que tener una
carta que diga que usted si es desplazado y esa carta se la dan allá en su
pueblo”, afirma Oscar que le dijeron las entidades a la cual él acudió. Además,
Oscar agrega diciendo “me parece injusto que uno vaya pidiendo ayuda y le
salgan con que hay que tener una carta, viendo que uno sale es volao de allá y
que no quiero volver.”
Después, Oscar se hospedó donde una tía
lejana, que había contactado por una señora que conocía a su mamá. Él empieza a buscar trabajo en la ciudad, cosa
que se le dificultaba, porque era muy joven y solo había llegado hasta cuarto de primaria, además, en esa época salir por las calles de Medellín
no era seguro; para esos tiempos se estaba
viviendo una fuerte guerra del
narcotráfico y del Estado, donde el mayor protagonismo lo tuvo el
narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, quien empezó atacar a la población civil
con bombas y grandes masacres, llegando así a sembrar terror en los habitantes
de Medellín.
Oscar encuentra trabajo como albañil y
dura un tiempo en este oficio, donde logró conseguir amigos y a su esposa.
Después se retiró de la albañilería y se propone montar un “chancita” para
reparar zapatos, encontrando en este oficio una gran fascinación por el diseño
de zapatos. Oscar empieza a interesarse por la zapatería y comienza a leer
libros sobre el arte de hacer zapatos para aprender las técnicas por él mismo. “A mí nadie me enseño, yo todo
lo aprendí solo leyendo libros que me prestaban de zapatería y con ellos fui
puliendo mi técnica.”
Oscar tiene su “chancita” en el barrio
Robledo Palenque hace 10 años, donde han ido varias empresas de zapatos a
contratarlo para que les haga diseños que él ve en catálogos. “Yo veo siempre
los catálogos de Colombiamoda y saco los diseños de ahí y los hago iguales, así
los pelaos que vienen de esas grades
empresas ven los zapatos y me siguen
comprando.”
La rutina diaria de Oscar es
levantarse todos los días a las 4 de la mañana, para que a las 6 de la mañana
esté listo para ir a atender su negocio,
con gran alegría y entusiasmo; como lo afirma su esposa Natalia Zuleta
Osorio “él se a todos los días contento para su trabajo, yo a veces le voy a
ayudar. Oscar es un hombre que a la primera impresión da a entender que es alguien muy serio y malgeniado, pero por lo
contrario es una persona muy cariñosa y servicial.”
Oscar, a pesar de todo lo que tuvo que
pasar en su juventud, ahora se siente feliz con su familia, su esposa y sus dos
hijos. Él dice: “no soy rico, pero tengo una familia maravillosa, amigos y lo necesario para poder vivir bien. Esta
ciudad que aunque al principio de mi llegada no me generó confianza, porque se
estaba viviendo la misma violencia de la cual yo estaba huyendo y por la cual el
Gobierno no me brindó ayuda de inmediato, a lo largo de los años ha hecho de mí
un buen hombre.”
Oscar sigue siendo una persona humilde,
que a pesar de tener un gran talento para la zapatería y contratos para
trabajar en grandes empresas de zapatos,
sigue en su “chancita”, afirmando que no la deja, porque gracias a ella,
él tiene un sustento y que las empresas pueden ser muy inestables y él no
quiere perder su “gallinita de los
huevos de oro.”
Como Oscar, son miles los colombinos
que sufren la violencia y las continuas guerras del estado y de los entes no
gubernamentales. Dos elites que se pelean por conseguir el poder de un
territorio, en este caso el territorio Colombino.
Solo en Medellín, según la Alcaldía, 22.586
personas aprox, es decir el 26.1% que se ha desplazado en los últimos años a la
ciudad de Medellín, por situaciones de violencia entre grupos armados.